lunes, 22 de noviembre de 2010

Parecidos razonables - Protesta

Hace un par de años que José Luis Rodríguez Zapatero afirmó alegremente que España había superado a Italia y acechaba muy de cerca de nuestra vecina, pero no por ello amiga, Francia. Y cuando digo alegremente no me refiero a que tuviera una gran sonrisa en la cara o que bailara unas sevillanas mientras pronunciaba esas palabras sino porque creo que lo más cerca que este país ha estado de Francia ha sido en la lucha contra E.T.A. (dejando a un lado los Borbones y los camiones de hortalizas que tan amablemente recibían en sus fronteras hace unos años).

Foto: Henri Cartier-Bresson
Lo de Italia es otro cantar. Más que superarla a mi me da que se parecen en muchos aspectos y que ambos países han estado en una carrera constante para ver cuál de los dos se llevaba el premio al más escandaloso y, de momento, va ganando Italia, pero España le roza los talones. Si durante la monarquía del Antiguo Régimen en nuestro país existía una Italia española (que comprendía el Ducado de Milán, los Presidios de la Toscana, Nápoles, Sicilia y Cerdeña) y nuestra influencia tuvo que ser notable, ahora el contagio es al revés, y algo distinto. Ya de primeras nos llevan ventaja sobre los medios de comunicación de nuestro propio país, ya que todos los grupos de comunicación españoles excepto uno son italianos, de manera que ya me dirán si vamos o no vamos perdiendo cuando controlan nuestro cuarto poder. Y es que tras el eterno adolescente (¿o se llama complejo de Peter Pan?) Berlusconi, el Primer Ministro de Italia, se esconde un hombre curtido en esto de la industria mediática, puesto que antes de dedicarse a la política ya tenía en sus manos el control de muchos medios italianos (tiene prensa, radio y televisión; es propietario de ‘nuestra cadena amiga’ Telecinco).  En lo de vetar a periodistas también hay cosas en común; en España recordemos aquel artículo de Félix de Azúa donde se hablaba de esto mismo (y ya no habló más en ese periódico) y, en Italia, las numerosas denuncias que Marco Travaglio se ha ganado tras hacer crónica de lo que se vive en su país donde, según sus palabras, Berlusconi es ‘el gran intocable’. Por otra parte, Italia no sólo le echó el ojo a nuestros medios y nuestro aceite, sino que también se ha fijado en nuestra industria energética. ¡España tiene sus sectores en rebajas!

Dejando el tema empresarial a un lado, pero no muy lejos, lo que está más claro cada día es que a Italia nos parecemos, sí, y no sólo en que nos baña el Mediterráneo, que también, sino sobre todo en el carácter que está adquiriendo nuestra clase política, más cercano a la mafia que a otra cosa. En España el gusto por la pasta no se refiere a los tortellini, se refiere al cariño que se siente por el dinero público, que puede más que el hecho de gobernar (ya sea un municipio, una ciudad, una comunidad autónoma o un país entero). No hay más que acordarse del caso de los famosos trajes tan carísimos o el de aquel alcalde que saqueaba las arcas políticas y usaba bolsas de basura para guardar su engrosado sueldo que invertía a los ojos de todos en el Rocío con una folclórica conocida como ‘la viuda de España’ (qué cañí). Al menos este fue a la cárcel y ahora se le va a juzgar de nuevo (y tiro porque me toca). Antes me dejaba llevar por mis ideales y pensaba que era la derecha española la que más mano metía a la caja, pero aquí no se salva ni el apuntador.

Intentando sacarnos más parecido con Italia, escarbando un poco sobre mi memoria televisiva me acordé de los maravillosos escándalos que nos llegan a nuestro país, siempre expectante a la llegada de noticias interesantísimas, y encontré una gran cantidad de reportajes dedicados a Silvio Berlusconi, muchos de ellos emitidos en programas de dudosa calidad televisiva (y no digo ya moral) y a sus numerosas operaciones de estética y fiestas a tutiplén con jovencitas a las que luego dichos programas pagarían en nuestro país para largar sobre el asunto. Pero no sólo de temas del corazón cojea este señor, sino que se permite bromear sobre cómo Zapatero va a dominar a tanta mujer en el gobierno y también toca el palo de la xenofobia, qué se iba a esperar después de aliarse con la fascista Alianza Nacional, y no sólo inspecciona para identificar a los extranjeros sin empleo sino que también cierra las fronteras a la inmigración. Pero todo es perdonable a los ojos del Señor en Italia. Igualmente no hay que remontarse a los tiempos de Franco para ver que en España nos estamos contagiando también del virus de la exclusión al inmigrante, justamente en la separatista Cataluña, donde los inmigrantes de Vic, un municipio de Barcelona, no se pueden ni inscribir en el padrón municipal si no tienen trabajo o están regularizados. ¿Y qué hace nuestro ZP? Pues hace una consulta a la Comisaria del Interior de la Unión Europea sobre el asunto; y yo me pregunto ¿no estaba claro ya que las actuaciones de la tríada catalana en el ayuntamiento de Vic chocaban claramente con la legislación española? Pues parece que para Zapatero no. Al señor de la mirada gentil parece que le viene grande llevar un país y ser presidente del Consejo Europeo a la vez; pero no se le caen los pantalones del cargo cuando se trata de hacer un uso particular de los medios del Estado para su disfrute, véanse… su viaje a Londres para ir de compras en un avión oficial, del uso de embajadas como hotel… en definitiva, comportamientos de nuevo rico. Me reía yo del italiano y este también tiene lo suyo.

De corrupción política, escándalos y mentiras, España e Italia van bien servidas. Ahora que lo pienso, sí, es posible que superemos a Italia alguna vez, lo que me da pena es que no la superemos en civismo, en su renta, en el respeto por la tradición (no como aquí, que todo es muy de boquilla, recuerden la semana santa) o por sus mayores.  Aquí, como allí, la clase dirigente (quien al fin y al cabo es la que mueve los hilos en los asuntos grandes) es un auténtico reality show, si allí tenían en el Parlamento a la señorita Anna Elena Staller (la conocerán mejor si digo Cicciolina) aquí se presentan strippers o artistas de variedades por llamarlas de alguna manera, como la señorita Yola Berrocal, a la alcaldía de municipios tan limpios (lo digo por sus arcas, más que nada) como Marbella la bella; aunque la italiana luchaba por causas más justas, la verdad sea dicha.

1 comentario:

  1. Estoy en la biblioteca de la facultad, evitando la lluvia, las clases y todo eso, y con la tontería empecé a leerme tu blog desde el principio y he llegado hasta aquí. Y qué cosas, este post se me ha hecho raro con tanta política. Me han gustado más tus confesiones al 23 de agosto, No te pierdas y esas cosas más personales de insomnio, trabajos mierda y tu padre y notas del pasado y melancolías varias y octubres y playa y las cosas que te molan y que odias y drama y etc.

    Eeeeeeeeeen fin,

    una sonrisa.

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