lunes, 23 de agosto de 2010

Confesiones a 23 de agosto

Vistas desde mi terraza. Un día cualquiera al caer la noche.
Esta eres tú. Una noche más frente a la pantalla de ese ordenador, de esa habitación que tantos momentos te ha dado. A veces dan ganas de prenderle fuego y que todos ellos se incineren con todo lo demás. Los muebles, las fotos... los libros.


Una noche más confiando en que esa pequeña bolita verde llamada lorazepam decida hacer efecto de una vez por todas de noche y puedas dormir cuando no hay luz y no a horas en las que deberías estar haciendo algo útil. Aunque a veces hacer vida cuando todos están desconectados tiene su aquel, a veces ser una persona normal no viene mal tampoco. La normalidad ayuda cuando todo está desordenado como pasa ahora, en estos momentos. Y miro por la puerta de la terraza de esta habitación y no veo nada más que cuatro luces de algunos noctámbulos como yo (muchos de ellos reconocibles a lo largo de los años). Una frase escrita en una pared y que nunca ha sido borrada y ningún viandante. Desvío la mirada a la cama nueva que he comprado, pensando que sería mejor y me ayudaría a dormir. Mentira. El problema nunca fue la cama.


Esta es la primera entrada de un espacio que creé hace años en cualquier lugar virtual y que estaba intacto. No había nadie quien patinara en mi rampa entonces, ni lo hay ahora. Para eso es mía.