lunes, 18 de marzo de 2013

Lola

Srta. Insomnio
Hace más o menos X días que te fuiste para no volver. Esta es una más de esas cartas tontas que se dedican a personas que no las van a leer.

Nos conocimos como se suelen conocer todas las nietas y abuelas. En el hospital, con expectación y, sobre todo, muchas ganas de que saliera porque me costó horrores, por lo visto.

Sé, por lo que me cuentan, que con apenas 40 días, ya te hiciste cargo de mí porque mis padres tenían que trabajar. Con apenas un par de meses ya me hiciste los primeros agujeros de las orejas. Vendrían muchos más después, eso ya lo sabes.

Recuerdo mi infancia jugando por el barrio; San Andrés sabe ser acogedor cuando eres un niño. Las noches de verano coloreando mientras cotilleabas con tus vecinas hasta que se hacía tarde. Las copas de helado de la heladería de abajo y tus blanco y negro con sombrillita, siempre.


Cuando íbamos a dormir echábamos al abuelo y su radio a la habitación de al lado y me cantabas muy flamenca las coplillas que recordabas de niña hasta que nos dormíamos.

Los vasos de leche fresquita o calentita y con manzanilla tampoco los olvido. Ni el Fray Leopoldo de la mesilla o el reloj antiguo de madera que había en el comedor.

Por desgracia, recuerdo esos malos años cuando estuviste enferma y otras personas te tuvieron que cuidar a ti. Ni mucho menos lo hacían como tú a tus nietos. Ni hablar.

Esos casi 10 años que han ido pasando rápidos para mí y, seguramente, lentos para ti. Nunca los mereciste. Ver cómo esa mujer fuerte, independiente y llena de vida, cómo una mujerona como tú veía pasar los días con esos ojos tristes de color azul-gris que ninguno de tus nietos heredamos, me partió el alma.


Sabes que siempre te quise porque para mi fuiste otra madre. En mi pensamiento siempre serás mi abuela Lola, la que hacía perolones gigantes de callos a petición popular. La de los bocadillos de chocolate o de mortadela con aceitunas. A la que le gustaba tantísimo José Luis Rodríguez "el Puma" y la que me dejó estas ojeras de herencia (de buen rollo lo digo).


Te fuiste y no pude decirte adiós, porque llegué tarde sin quererlo y es horroroso lo que duele no haber podido darte otro besito más o llevarte a comer unos boquerones con café a Córdoba, como a ti tanto te gustaban. Me queda el consuelo de saber que te fuiste dejando una familia grande y triste, muy triste, pero porque siempre mereciste algo mejor de lo que te tocó.


Esos ojos llorosos y tan claritos que siempre recordé jamás los olvidaré, como tampoco te olvido a ti.

Cuantísimo te he querido, te quiero y te querré, mi Dolores, mi Lola.