jueves, 23 de mayo de 2013

A.

Srta. Insomnio


Para empezar te diré que jamás te entendí. Te llevaste un montón de cosas que eran nuevas para mí, que yo jamás había dado. Te llevaste mis primeras veces en muchas cosas y me diste primeras lecciones que no debí aprender tan pronto.

Vas, vuelves. Vas, vuelves. Y yo te dejo. Te dejaba.

Después de tanto tiempo, siempre regresas al rincón que guardamos de forma inconsciente. Allí donde me saludas desde la acera de enfrente y de donde, al final, acabas cruzando para formar parte de mi vida de nuevo. La verdad es que miro atrás y no recuerdo ni un solo momento bueno entre los dos. Todo llantos, todo reproches, todo mal. No supe ser ni tu novia, ni tu amiga con derecho a roce, ni tu amiga, ni tu conocida. Contigo nunca hice nada a derechas. ¿O eras tú?

Siempre me he preguntado si eras de esas personas que sólo ven sus errores si los proyectan en los demás. Después de irte o de marcharme yo, ya no lo recuerdo, fui descubriendo poco a poco la realidad de nosotros. Intenté conocerte cuando ya no estabas aquí y todo lo que fui encontrando me supo amargo. No me gustó. Pero no me gusta ser la víctima de todo siempre y me digo que eres bueno, que te aprecio, porque realmente lo siento así, porque siempre pensé que tu sonrisa era sincera, de esas que salen solas y no por compromiso y porque siempre guardabas alguna para mí. Es entonces cuando vuelves otra vez, te quedas un tiempo, intentas algo que no sé lo que es porque nunca entiendo nada. Dices siempre que soy gris y que mi manera de ser bloquea todo el afecto que me puedas llegar a tener y eso que siempre intento ser lo más clara posible. Lo cierto es que me gusta el gris, quizás nunca debí intentar cambiar eso. Ni cambiar nada de mí para que me entendieras o fueras quien yo necesitaba entonces: el primero, el que no se olvida.

Después de tanto tiempo, volvemos a tomar una cerveza en el parque que hay cerca de casa. O vemos los fuegos artificiales de la feria de nuestra ciudad desde lo alto de un monte. Nos alejamos de la realidad por un instante, nos desconocemos y volvemos a conocernos y nos gusta lo que vemos por poco tiempo.

A veces me pregunto "¿por qué?". Y no encuentro otra respuesta que no sea que después de todo, después de tanto tiempo, al final, siempre fuimos unos desconocidos.